Desde que aparecen las Tres Personas Divinas, aparece la paradoja de “lo
Uno y lo Trino” en Dios: cuando Mack les pregunta “Entonces ¿cuál de ustedes es
Dios?”, los Tres contestaron al unísono “Yo” (p. 95).
La exposición del misterio trinitario está en primera
persona: “No somos tres dioses; no estamos hablando de un
dios con tres actitudes, como un hombre que es esposo, padre y trabajador. Yo
soy un solo Dios y soy tres personas, y cada una de las tres es plena y
enteramente única”. Y es una exposición que no anula el misterio, pues como
dice el mismo Dios: “que no puedas entender la maravilla de mi naturaleza en
realidad es bueno. ¿Quién querría adorar a un Dios que puede ser plenamente
comprendido, eh? No hay mucho misterio en eso”.
Y ante
la pregunta de Mack respecto de qué diferencia hace que Dios sea Uno y Trino,
la respuesta es contundente: “¡eso hace toda la diferencia del mundo!”. Porque
“si yo fuera simplemente un solo Dios y una sola persona,
entonces tú te verías en esta creación sin algo maravilloso, sin algo esencial
incluso: Amor y relación. Todo el
amor y relación es posible para ti sólo porque ya existe dentro de mí, dentro
de Dios mismo. El amor no es limitación; el amor es vuelo. Yo soy amor”
(p. 110).
La narración
también quiere mostrar que el “don de sí” a los otros es la actitud de cada
Persona Divina:
‒ “…no
fue qué decían lo que atrajo a Mack, sino cómo se relacionaban entre sí.
Nunca había visto a tres personas conversar con tanta sencillez y belleza. Cada uno parecía más atento a los demás que
a sí mismo” (p. 131).
‒ “Estar en
la presencia de la expresión de tanto amor… Algo simple, cálido, íntimo, genuino; algo sagrado. Lo sacro
siempre había sido un concepto estéril y frío para Mack, pero esto no era así”
(p. 116s).
‒ “Los tres
hablaban y reían como viejos amigos que se conocieran íntimamente… y (Mack) se
preguntó qué sería necesario para compartir algo así…” (p. 214).
La respuesta
a esta pregunta atraviesa todo el libro: “Amor
y relación” (p. 110); “La vida
implica un poco de tiempo y mucho de relación” (p. 101); “Este fin de semana es de relación y amor”
(p. 111).
E, incluso,
se avanza audazmente en la presentación cuando Mack plantea quién es realmente
la autoridad entre ellos diciendo: “Bueno, sé que ustedes son uno y todos y que
hay tres… ¿Uno de ustedes no es más jefe que los otros dos?”. Ante esto “los
tres se miraron como si jamás se les hubiera ocurrido esa pregunta” (p. 131).
Esto
coincide con lo que dice San Gregorio de Nacianzo: “una sola Divinidad
y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera
distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado
superior que eleve o grado inferior que abaje...Es la infinita connaturalidad
de tres infinitos” (citado por el Catecismo de la Iglesia Católica 256).
Y también hay una bella,
profunda y revolucionaria afirmación de Romano Guardini que se expresa en el
mismo sentido, a saber, que la Trinidad nos enseña que ser comunidad significa
estar dispuesto a darlo todo: “Enseña que todo, absolutamente todo, puede
ser común y que en los niveles más altos tiene que ser común”.[1]
Esto abre perspectivas que serán exploradas y explotadas al
máximo en el libro: la Trinidad como modelo de comunión excluye la superioridad
de uno sobre otro, y la imposición de uno sobre otro. En realidad es
exactamente todo lo contrario: es el don de sí mismo de cada uno a los otros,
que fructifica en una comunión de vida, luz y amor…
[1]
R. Guardini, “La significación del dogma del Dios Uno y Trino para la vida
moral de la comunidad”, en R. Guardini, Escritos Políticos,
Madrid, Palabra, 2011, 330 (el subrayado es nuestro). Este texto se puede
encontrar en Google Books.
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